viernes, 29 de abril de 2011

SALVADORES

Acabamos de celebrar La Semana Santa, tiempo en el que, por antonomasia, se habla y se celebra una salvación que le reportó a Jesús de Nazaret el título, con mayúscula y artículo: El Salvador.
Sinceramente creo que nadie, incluido Jesús, puede ofrecer una salvación total y definitiva. Por el contrario, las salvaciones pequeñas y parciales está al orden del día, y para ellas se usan los medios más increíbles como las melenas de los marineros que no sabían nadar y así podían ser salvados (siendo agarrados) por los pelos cuando caían al agua.
A pesar de las tan extendidas creencias, no hay ninguna prueba de que alguien haya sido salvado de modo total y definitivo por ninguno de los salvadores que en el mundo han sido. Jesús fue, sin lugar a dudas, un condenado de modo infame y hasta injusto, pero no consta de ningún modo fehaciente que haya salvado a nadie de la manera referida.
Es verdad que muchos creyentes se sienten salvados, y que esa creencia les hace, incluso, ser felices. Yo, de niño, fui feliz creyendo en los reyes magos, y fue grande mi desilusión cuando descubrí el engaño. Estos ni siquiera van atener semejante desilusión. Felices ellos.
Por otro lado, las masas demasiado a menudo proyectan sus ansias de salvación en candidatos a gobernar. Cuantos creímos que los distintos presidentes de gobierno de España iban a ser la solución de los problemas que nos aquejaban. Después resultaron salvadores fallidos. Igual ocurrió con ciertos presidentes estadounidenses o con la caída del comunismo en la Unión Soviética.
Hay quien, a pasar de todo, mantiene la ilusión para desilusionarse de nuevo. Otros hemos caído en la decepción permanente y no confiamos en nuevos cantos de sirena. El ser humano es egoísta por naturaleza y de él no se pueden esperar grandes cosas. Los salvadores no existen.