miércoles, 31 de marzo de 2010

Agnosticismo y cristianismo

AGNOSTICISMO Y CRISTIANISMO

Ángel Aguado Fajardo

El agnóstico es la persona que ante la afirmación de la existencia o no existencia de Dios suspende el juicio sin inclinarse ni por la una ni por la otra. Frente a él, el creyente y el ateo, apoyados en razones que no concluyen apodícticamente, afirman, mediante un acto de voluntad, más que de entendimiento, dicha existencia o no existencia respectivamente.

A primera vista, la actitud agnóstica parece menos comprometida y valiente ya que se limita, aparentemente, a suspender el juicio; pero, si bien se mira, en el fondo, participa del compromiso y de la decisión de las otras dos posturas ya que no se cierra a ninguna de ellas.

Sin embargo, se podría decir que, la del agnóstico, es la actitud intelectualmente correcta y vitalmente valiente. Es correcta porque el entendimiento, al no tener razones concluyentes ni en un sentido ni en otro, a fuer de honesto, suspende el juicio, y es valiente porque arrostra una situación incómoda sin adormecerse de modo voluntarista.

La postura agnóstica parece estar más lejos de cualquier fanatismo o beatería que la de los creyentes o ateos. Si bien es verdad que la suspensión del juicio basada en la ausencia de razones concluyentes puede y debe ser firme precisamente por esa ausencia de razones, no se debe confundir dicha firmeza con el fanatismo o la beatería.

El beato se siente dichoso (¿beato = dichoso?) con una visión del mundo en la que la transcendencia tapa el tremendo agujero de la muerte; suele ser una persona sin inquietudes intelectuales, inclinado a confiar en magos y directores y a declinar su responsabilidad en ellos. Suya es la máxima: "el que obedece no se equivoca".

El fanático, por su parte, es "el que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento, creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas" o "el preocupado o entusiasmado ciegamente por una cosa ."

De lo dicho se colige que tanto el fanatismo como la beatería son actitudes éticamente menos positivas que sus contrarias. Mientras que el beato es un pobre hombre; el fanático es un ser temible.

Analicemos las tentaciones de beatería y fanatismo tanto en el agnóstico como en el creyente, sea esta creencia en la existencia o en la no-existencia de Dios.(Nótese que, con razón, se le puede llamar al ateo "creyente en la no-existencia de Dios", ya que su actitud es en el fondo de creyente pues afirma más de lo que las razones le demuestran de modo efectivo. Ningún creyente, por definición, demuestra el objeto de su fe, sea éste la creencia o la no-creencia en Dios.)

Como se dijo más arriba, el agnóstico está lejos de caer en la tentación de beatería o de fanatismo ya que su actitud se basa en la falta de razones. No puede ser una persona de certeza ilusionada como el beato; al contrario, su tentación puede venir del lado opuesto: la oscuridad desilusionante. Tampoco parece probable que caiga en la tenacidad desmedida o en el entusiasmo ciego del fanático. En él lo más cercano a esto quizá sería la compasión o el desprecio por las actitudes contrarias.

¿Hay algún nexo de unión entre el cristianismo y el agnosticismo? ¿Son conceptos que se excluyen mutuamente? ¿Puede un cristiano ser agnóstico, y un agnóstico cristiano? ¿Pertenece a la esencia del cristianismo, la creencia en Dios? He aquí una serie de preguntas que quizá valga la pena formularse y responder.

Empecemos por la primera cuya respuesta sería un gran avance en el camino de responder a las otras. Muchos calificarían de algo obvio la idea de que la creencia en Dios pertenece a la esencia del cristianismo. Al menos parece integrar el acerbo común la idea de que si alguien deja de creer en Dios, automáticamente deja de ser cristiano ya que el concepto "cristianismo" incluye él de "creyente". ¿Pero es esto así? Analicemos ambos conceptos.

No parece muy necesario analizar el concepto de creencia ya que es patente al sentir común como la afirmación de la existencia de un ser superior al que se llama Dios. Ese sentir común, a la hora de definir y atribuir cualidades al ser superior lo adorna de todo tipo de cualidades en grado eminente, aunque ciertos estudiosos del tema defienden la aceptación reverente de esa entidad renunciando a definirla de ningún modo. Se podría decir que estos creyentes mezclan su creencia con un tinte de agnosticismo.

Por el contrario, en el tema que nos ocupa, no sólo es necesario sino incluso imprescindible que nos planteemos con más detenimiento el concepto de cristianismo.¿Qué es ser cristiano? Arduo problema sería contestar a tan simple pregunta si nos pusiéramos a investigar lo que, a lo largo de los tiempos, ha respondido la innumerable serie de pensadores que se la plantearon. Por otra parte, con seguridad, sería vana la investigación en el sentido de que nos encontraríamos con las más disparatadas y contrapuestas opiniones. Algún sesudo teólogo centroeuropeo, después de largas disquisiciones llega a la conclusión de que cristiano es el que hace en su vida referencia a Cristo. Quedémonos con esta idea, en principio, aceptable. Pero en realidad, poco hemos avanzado, porque en seguida surge otra pregunta aún más ardua: ¿quién fue Cristo? O (con una formulación más en consecuencia con el tema que nos ocupa) ¿quién fue Jesús de Nazaret?

La pregunta formulada, en realidad compleja, se puede simplificar si nos ceñimos al tema propuesto: cristianismo y creencia en Dios. De este modo la cuestión se podría formular en los siguientes términos: ¿es fundamental en Jesús de Nazaret su componente religioso y su creencia en Dios al que llama padre y con el que mantiene una estrecha relación? O ¿se puede considerar todo ello como algo cultural de modo que lo fundamental en su personalidad sería el "ser para los demás"?

En el entorno cultural de Jesús es inconcebible tanto el ateísmo como el agnosticismo entendidos en sentido moderno. Aquel mundo no se explica sin una multitud de dioses, o sin, al menos, la existencia de un ser superior. Por ello, Jesús no pudo ser ni ateo ni agnóstico. El tuvo que ser necesariamente creyente; pero esta creencia, en consecuencia, no sería descabellado considerarla como cultural, como cultural fue en él imaginar un mundo plano, cubierto por la bóveda del cielo, iluminado por un sol que gira alrededor del mismo.

En el Evangelio de Mateo hay un texto que pudiera apoyar la interpretación anterior. Me refiero a la llamada por algunos "parábola de los ateos" y que se relata en el capítulo 25. Allí, a la hora de la verdad, lo que discrimina y salva o condena no es la creencia o increencia con relación a un ser superior, incluso tenido por padre, sino el "haber sido o no para los demás ". Tanto los salvados como los condenados, lo son por su relación de apertura o de cerrazón a los otros. Como dijo alguien, "al final de la vida te examinarán en el amor" y podríamos añadir: y no sobre la creencia ni sobre los ritos recibidos. Tanto los bendecidos como los maldecidos se habían portado de un modo u otro sin referencia a lo trascendente. Si lo hubieran hecho con esa referencia ¿acaso los buenos no lo serían menos, por interesados y los malos no se situarían a un paso de la estulticia?

En las reflexiones anteriores, con seguridad, no se ha demostrado que la creencia fue algo cultural en Jesús de Nazaret, pero al menos se nos concederá que pudo serlo. De igual modo, también parece improbable que alguien demuestre, teniendo en cuenta lo expuesto, que la creencia de Jesús es algo fundamental en su personalidad.

De todo lo anterior se puede llegar a una conclusión importante: no sólo los creyentes sino también los ateos y los agnósticos se pueden llamar, con todo derecho, cristianos.

Es más, a la luz de lo que los creyentes cristianos estiman fundamental en su fe, no serían las creencias lo fundamental sino una especie de andamiaje para conseguir "el hombre para los otros". En este sentido, el concepto de Dios como padre sería un andamio para llevarnos a la fraternidad universal. Haciendo teología ficción podemos imaginar que al Ser Supremo le importaría bien poco que se le confiese como padre con tal de que sus hijos nos lleváramos como hermanos. De modo parecido, muchos ritos a los que se les dio tanta importancia como para declararlos "necesarios con necesidad de medio", podrían ser declarados simples modelos de andaderas para solemnizar momentos que construyen la comunidad. Y ante un auténtico "hombre para los demás"¿qué le puede interesar al Ser Supremo o al Dios Padre (¿importa el nombre?) que sobre esa persona se haya derramado previamente agua o se le haya ungido con óleo más o menos oloroso? Si se construye auténtica comunidad y hay verdadero compromiso ¿qué mal da que se solemnice con un rito u otro? En verdad que las creencias y los ritos pueden tener su importancia como identificadores de comunidades y como andamios o muletas para conseguir un fin, pero que en comparación con éste se quedan como difuminados e incluso baladíes.

Si aceptamos estas conclusiones, podría seguirse una secuencia indefinida de consecuencias que, como semillas fecundas, germinarían tolerancia y comprensión por doquier.

Dejemos volar la imaginación: ciertas grandes divisiones de la humanidad irían cayendo; los muros de las creencias y de los ritos se disolverían o se reducirían a elementos más o menos folclóricos; remedando y ampliando a S. Pablo se podría exclamar: ya no hay judío ni pagano, esclavo ni libre, hombre ni mujer, ateo ni creyente ni agnóstico; nadie ni en ningún lugar sería discriminado por razón de creencias o no creencias. El fin último de todas las religiones, el parto del hombre con mayúscula, el hombre perfecto, el hombre dios, EL HOMBRE, se podría ir construyendo salvado el impedimento de los andamios y de las andaderas religiosas.

Los andamios y las andaderas, en efecto, cuando dejan de ser medios y se convierten en fines; cuando dejan de ser eso: andamios para construir y andaderas para andar, llegan a obstaculizar aquello para lo que estaban destinados: el andamio impide la construcción y la andadera, llegar a un destino. Las creencias y los ritos cuando caen en manos de jerarquías y teólogos que los miman y hacen de ellos el centro de su quehacer y rango, pasan a un primer término y sustituyen impidiéndolo el fin al que se ordenaban: la consecución del "hombre para los demás". En conclusión: la administración de las creencias y los ritos ha creado una jerarquía dominadora del pueblo que al centrase sobre ellos ha vaciado al cristianismo de su esencia.

La prueba de lo anterior queda patente si ojeamos los catecismos clásicos o los millones de páginas de autores eclesiásticos que fueron a lo largo de la historia. En estos escritos encontraremos fundamentalmente las siguientes materias: dogma, moral, cuestiones rituales y derecho. En ellas encontraremos prolijas disquisiciones sobre las palabras correctas para acotar un dogma; extensas listas de pecados contra un dios a quien nadie puede perjudicar o sobre fantasías y deseos que no traspasan los límites de la imaginación; fijación minuciosa de los procesos rituales descendiendo hasta las cualidades del agua, el vino, el pan o el aceite para confeccionar un sacramento válido, o el tenor de las palabras a pronunciar como si en él se contuviera el Espíritu e infinitas leyes y normas reglamentando desde el tono de voz en una oración o el pie a echar primero para subir al altar hasta como acrecentar y mantener el patrimonio eclesiástico. Y todo ello adobado con faltas, pecados y penas más o menos graves que acechan tras una palabra incorrecta, una materia defectuosa, una fórmula manca o una norma incumplida.

Los jerarcas y profesionales de la religión han caído, entre otras, en las siguientes aberraciones: centralidad de lo accidental, absolutización del pensamiento propio al atribuírselo a Dios, la condena o, al menos, desprecio de quien no comparte la propia fe y el proselitismo

El quehacer de los jerarcas se ha centrado hasta tal punto en lo accesorio que han caído en al aberración de ser profesionales de lo accidental. Toda su principal dedicación ha sido para los elementos accidentales. Si lo propio del cristiano es el ser para los demás, en pura lógica, los jerarcas cristianos deberían ser especialistas en métodos para fomentar el amor, la dedicación al otro y la tolerancia; pero he aquí que lo son en creencias, ritos y leyes. Los grados académicos de los obispos suelen ser en teología, sagrada escritura o derecho canónico. Con estos pertrechos están equipados para fijar creencias, acotar la palabra de Dios y perfilar ritos. Cualquier jerarca te podrá ilustrar con exactitud sobre la vía de procedencia del Espíritu Santo; sobre el grado de culpabilidad en una polución nocturna; sobre las cualidades del pan y del vino para confeccionar el sacramento de la eucaristía o sobre las condiciones requeridas para incurrir en excomunión. Como se aprecia, cuestiones alejadas de la esencia del cristianismo, pero a las que el jerarca concede tal importancia como para condenar a quien falte en ellas, al más real de sus infiernos. Por ello podemos dudar, con fundamento, de su preparación para formar hombres para los demás, que debería constituir su especialidad y podemos etiquetarlos como especialistas de lo accidental.

Otra aberración de los jerarcas creyentes consiste en la absolutización del pensamiento propio hasta atribuírselo a Dios. Alguien me dirá que lo que ocurre es lo contrario: que hacen propio el pensamiento de Dios. Pero ¿cómo conocen ESE pensamiento con garantías de certeza? Sin embargo ellos se constituyen en intermediarios e intérpretes del Supremo. Se da en ellos una manipulación constante de la Biblia para justificar la moral al uso o los intereses ya sean estos conservadores o revolucionarios: a Dios se la cuelga todo y todo lo bendice. Si allí se proclama de modo solemne: no matarás, ellos justifican la pena de muerte e incluso la guerra. El "no cometerás adulterio" y el "no codiciarás la mujer de tu prójimo" de Exodo 20, 14 y 17, son manipulados descaradamente por los intérpretes. "No cometerás adulterio" pasa sucesivamente a "no fornicar" y a "no cometerás actos impuros", mientras que el "no codiciarás la mujer de tu prójimo" se convierte en un espiritualista "no consentirás pensamientos ni deseos impuros.

Tras las aberraciones anteriores cae como fruta madura la condena o el desprecio de las creencias, los ritos y las normas morales que se apartan de las propias. Cualquier creyente si es sincero se sorprenderá a menudo considerando como leyendas despreciables e irrisorias las creencias de otros que miradas fríamente son muy similares a las suyas. De modo parecido se comportará ante los ritos y normas morales ajenas.

Como corolario de todo lo anterior se puede llegar, se llega y se ha llegado al proselitismo más descarado e incluso a las guerras de religión.

Para terminar podríamos resumir lo dicho en las siguientes conclusiones:

1.- El agnosticismo es una actitud intelectualmente coherente y entraña menos peligros de intolerancia que la creencia.

2.- Es posible un agnosticismo cristiano.

3.- Sería conveniente fomentar ese cristianismo agnóstico como un servicio a la tolerancia y como un puente hacia los distintos talantes ante la creencia.











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miércoles, 24 de marzo de 2010

CONDENACIONES DE PIO IX A MEDIADOS DEL XIX

CONDENACIONES DE PIO IX A MEDIADOS DEL XIX

En la carta “Quanta cura”

- Venerables Hermanos, se hallan no pocos que aplicando a la sociedad civil el impío y absurdo principio que llaman del naturalismo, se atreven a enseñar «que el mejor orden de la sociedad pública, y el progreso civil exigen absolutamente, que la sociedad humana se constituya y gobierne sin relación alguna a la Religión, como si ella no existiesen o al menos sin hacer alguna diferencia entre la Religión verdadera y las falsas.»

- Y contra la doctrina de las sagradas letras, de la Iglesia y de los Santos Padres, no dudan afirmar: «que es la mejor la condición de aquella sociedad en que no se le reconoce al Imperante o Soberano derecho ni obligación de reprimir con penas a los infractores de la Religión católica, sino en cuanto lo pida la paz pública.» Con cuya idea totalmente falsa del gobierno social, no temen fomentar aquella errónea opinión sumamente funesta a la Iglesia católica y a la salud de las almas llamada delirio por Nuestro Predecesor Gregorio XVI de gloriosa memoria (en la misma Encíclica Mirari), a saber: «que la libertad de conciencia y cultos es un derecho propio de todo hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien constituida; y que los ciudadanos tienen derecho a la libertad omnímoda de manifestar y declarar públicamente y sin rebozo sus conceptos, sean cuales fueren, ya de palabra o por impresos, o de otro modo, sin trabas ningunas por parte de la autoridad eclesiástica o civil.»

-algunos despreciando y dejando totalmente a un lado los certísimos principios de la sana razón, se atreven a proclamar «que la voluntad del pueblo manifestada por la opinión pública, que dicen, o por de otro modo, constituye la suprema ley independiente de todo derecho divino y humano; y que en el orden público los hechos consumados, por la sola consideración de haber sido consumados, tienen fuerza de derecho

- Y no contentos con apartar la Religión de la pública sociedad, quieren quitarla aun a las mismas familias particulares; pues enseñando y profesando el funestísimo error del comunismo y socialismo, afirman «que la sociedad doméstica toma solamente del derecho civil toda la razón de su existencia, y por tanto que solamente de la ley civil dimanan y dependen todos los derechos de los padres sobre los hijos, y principalmente el de cuidar de su instrucción y educación.»

- se atreven con insigne impudencia a sujetar al arbitrio de la potestad civil la suprema autoridad de la Iglesia y de esta Sede Apostólica, concedida a ella por Cristo Señor nuestro, y a negar todos los derechos de la misma Iglesia y Santa Sede sobre aquellas cosas que pertenecen al orden exterior. Pues no se avergüenzan de afirmar «que las leyes de la Iglesia no obligan en conciencia sino cuando son promulgadas por la potestad civil; que los actos y decretos de los Romanos pontífices pertenecientes a la Religión y a la Iglesia necesitan de la sanción y aprobación, o al menos del ascenso de la potestad civil

- no dejéis jamas de inculcar a los mismos fieles, que toda la verdadera felicidad viene a los hombres de nuestra augusta Religión y de su doctrina y ejercicio, y que es feliz aquel pueblo que tiene al Señor por su Dios (Salmo 143). Enseñad «que los reinos subsisten teniendo por fundamento la fe católica» (San Celestino, Epístola 22 ad Synod. Ephes. apud Const. pág. 1200) y «que nada es tan mortífero, nada tan próximo a la ruina, y tan expuesto a todos los peligros, como el persuadirnos que nos puede bastar el libre albedrío que recibimos al nacer, y el no buscar ni pedir otra cosa al Señor; lo cual es en resolución olvidarnos de nuestro Criador, y abjurar por el deseo de mostrarnos libres, de su divino poder

- Indice= Syllabus de los principales errores de nuestro siglo

-§ I. Panteísmo, Naturalismo y Racionalismo absoluto

- La razón humana es el único juez de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal, con absoluta independencia de Dios; es la ley de sí misma, y le bastan sus solas fuerzas naturales para procurar el bien de los hombres y de los pueblos.

-Todas las verdades religiosas dimanan de la fuerza nativa de la razón humana; por donde la razón es la norma primera por medio de la cual puede y debe el hombre alcanzar todas las verdades, de cualquier especie que estas sean

§ II. Racionalismo moderado

- y la razón humana históricamente sólo cultivada puede llegar con sus solas fuerzas y principios a la verdadera ciencia de todos los dogmas, aun los más recónditos, con tal que hayan sido propuestos a la misma razón.

- Siendo una cosa el filósofo y otra cosa distinta la filosofía, aquel tiene el derecho y la obligación de someterse a la autoridad que él mismo ha probado ser la verdadera; pero la filosofía no puede ni debe someterse a ninguna autoridad.

- La Iglesia no sólo debe corregir jamas a la filosofía, pero también debe tolerar sus errores y dejar que ella se corrija a sí propia

- La filosofía debe tratarse sin mirar a la sobrenatural revelación

§ III. Indiferentismo. Latitudinarismo

- Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que guiado de la luz de la razón juzgare por verdadera

- El protestantismo no es más que una forma diversa de la misma verdadera Religión cristiana, en la cual, lo mismo que en la Iglesia, es posible agradar a Dios.

§ IV. Socialismo, Comunismo, Sociedades secretas, Sociedades bíblicas, Sociedades clérico-liberales

- Tales pestilencias han sido muchas veces y con gravísimas sentencias reprobadas en la Encíclica Qui pluribus, 9 de noviembre de 1846; en la Alocución Quibus quantisque, 20 de abril de 1849; en la Encíclica Noscitis et Nobiscum, 8 de diciembre de 1849; en la Alocución Singulari quadam, 9 de diciembre de 1854; en la Encíclica Quanto conficiamur maerore, 10 de agosto de 1863.

§ V. Errores acerca de la Iglesia y sus derechos

- La Iglesia no es una verdadera y perfecta sociedad, completamente libre, ni está provista de sus propios y constantes derechos que le confirió su divino fundador, antes bien corresponde a la potestad civil definir cuales sean los derechos de la Iglesia y los límites dentro de los cuales pueda ejercitarlos.

- La Iglesia no tiene la potestad de emplear la fuerza, ni potestad ninguna temporal directa ni indirecta

- El fuero eclesiástico en las causas temporales de los clérigos, ahora sean estas civiles, ahora criminales, debe ser completamente abolido aun sin necesidad de consultar a la Sede Apostólica, y a pesar de sus reclamaciones.


§ VI. Errores tocantes a la sociedad civil considerada en sí misma o en sus relaciones con la Iglesia

- En caso de colisión entre las leyes de una y otra potestad debe prevalecer el derecho civil.

- Todo el régimen de las escuelas públicas, en donde se forma la juventud de algún estado cristiano, a excepción en algunos puntos de los seminarios episcopales, puede y debe ser de la atribución de la autoridad civil; y de tal manera puede y debe ser de ella, que en ninguna otra autoridad se reconozca el derecho de inmiscuirse en la disciplina de las escuelas, en el régimen de los estudios, en la colación de los grados, ni en la elección y aprobación de los maestros.

- La óptima constitución de la sociedad civil exige que las escuelas populares, concurridas de los niños de cualquiera clase del pueblo, y en general los institutos públicos, destinados a la enseñanza de las letras y a otros estudios superiores, y a la educación de la juventud, estén exentos de toda autoridad, acción moderadora e ingerencia de la Iglesia, y que se sometan al pleno arbitrio de la autoridad civil y política, al gusto de los gobernantes, y según la norma de las opiniones corrientes del siglo.

- Los Reyes y los Príncipes no sólo están exentos de la jurisdicción de la Iglesia, pero también son superiores a la Iglesia en dirimir las cuestiones de jurisdicción

- . Es bien que la Iglesia sea separada del Estado y el Estado de la Iglesia

§ VII. Errores acerca de la moral natural y cristiana

- La ciencia de las cosas filosóficas y de las costumbres puede y debe declinar o desviarse de la autoridad divina y eclesiástica

- Negar la obediencia a los Príncipes legítimos, y lo que es más, rebelarse contra ellos, es cosa lícita.

- . Las leyes de las costumbres no necesitan de la sanción divina, y de ningún modo es preciso que las leyes humanas se conformen con el derecho natural, o reciban de Dios su fuerza de obligar.

§ VIII. Errores sobre el matrimonio cristiano

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Por virtud de contrato meramente civil puede tener lugar entre los cristianos el verdadero matrimonio; y es falso que, o el contrato de matrimonio entre los cristianos es siempre sacramento, o que el contrato es nulo si se excluye el sacramento.

- N.B. Aquí se pueden dar por puestos los otros dos errores de la abolición del celibato de los clérigos, y de la preferencia del estado de matrimonio al estado de virginidad. Ambos han sido condenados, el primero de ellos en la Epístola Encíclica Qui pluribus, 9 de noviembre de 1846, y el segundo en las Letras Apostólicas Multiplices inter, 10 de junio de 1851.

§ IX. Errores acerca del principado civil del Romano Pontífice

- . La abolición del civil imperio, que la Sede Apostólica posee, ayudaría muchísimo a la libertad y a la prosperidad de la Iglesia.

§ X. Errores relativos al liberalismo de nuestros días

- En esta nuestra edad no conviene ya que la Religión católica sea tenida como la única religión del Estado, con exclusión de otros cualesquiera cultos.
- De aquí que laudablemente se ha establecido por la ley en algunos países católicos, que a los extranjeros que vayan allí, les sea lícito tener público ejercicio del culto propio de cada uno.

- Es sin duda falso que la libertad civil de cualquiera culto, y lo mismo la amplia facultad concedida a todos de manifestar abiertamente y en público cualesquiera opiniones y pensamientos, conduzca a corromper más fácilmente las costumbres y los ánimos, y a propagar la peste del indiferentismo

- El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo y con la moderna civilización.

martes, 16 de marzo de 2010

Pederastia y celibato clerical

Pederastia y celibato clerical
Ángel Aguado Fajardo. Granada Hoy, 16.03.2010.

Ante las continuas noticias sobre los casos de pederastia cometidos por sacerdotes, he estado dudando sobre la conveniencia de escribir sobre este asunto. Hoy me decido a la vista de que personas muy cualificadas coinciden con lo que fue mi tesis desde hace mucho.

En efecto, leo que, ante los casos de pederastia, el arzobispo de Viena, Christoph Schoenborn, ha abierto la caja de los truenos al pedir un "cambio de visión" sobre la soltería forzosa, y en Le Monde del 13 de los corrientes veo que"le théologien suisse Hans Küng a le premier évoqué le sujet, estimant que l'abolition du célibat limiterait les risques de pédophilie".

Intentaré explicar lo que para mí es la conexión entre el celibato y la pederastia. Para ello hay que tener en cuenta que el celibato en la inmensa mayoría de los casos no es un carisma sino, como dice el arzobispo de Viena, Christoph Schoenborn, "soltería forzosa". Estoy convencido de que los llamados carismas son sólo entelequias teológicas a no ser que por ello se entienda una natural aptitud para algún cometido. Sólo decir de paso que los votos religiosos de castidad y obediencia versan sobre la represión de tendencias buenas de la naturaleza por lo que conllevan una maldad intrínseca y según la moral católica más tradicional no podrían ser materia de un voto ya que este consiste en prometer a Dios una cosa buena y mejor que su contraria.

Las razones esgrimidas a favor del celibato sacerdotal son falsas y ocultan bajo un supuesto misticismo razones fundamentales de tipo económico o filosófico. El célibe no está más libre para dedicarse a los demás y a Dios como lo demuestran las vidas de tantos militantes casados y cargados de hijos entregados en cuerpo y alma a una causa, y lo desmiente el egoísmo de tantos solteros forzosos. La soltería forzosa en el catolicismo tiene dos raíces. Una es la idea neoplatónica de que el cuerpo y sus instintos son malos, constituyendo una cárcel para el alma a la que hay que liberar con sacrificio represivo, y otra económica de modo que los bienes de la Iglesia no pasaran a los herederos del sacerdote. Por ello en el Concilio de Elvira no se impone el celibato sino que se prohíbe a los sacerdotes el uso del matrimonio con sus legítimas esposas, y un emperador romano, al llamar la atención del Papa porque ha ordenado de obispo a un casado, es tranquilizado al decirle el Papa que antes ha hecho inventario de los bienes del ordenado de modo que sus hijos no puedan heredar nada de la Iglesia.

Siendo lo anterior verdad, permítaseme recordar que mientras vivían en la miseria los hijos del clero bajo, los del Gran Cardenal eran legitimados por los reyes y por el papa a fin de que heredaran a su potentado padre. Cualquier sacerdote es heterosexual u homosexual y, en consecuencia se siente fuertemente atraído por las mujeres o por los hombres, si quitamos los escasos casos de los pederastas de nacimiento.

El cura heterosexual que quiere satisfacer su instinto y para el que el celibato llega a resultar una imposición absurda, si es valiente, aborda a una mujer o a varias, y problema solucionado. Y no es mala la solución ya que la clandestinidad y la trasgresión mantienen la libido activa más allá que la tranquila relación legal y monógama. Algo parecido se puede decir del homosexual con la ventaja de que se ahorra la presión social del hetero a quien se ve a menudo con una o con sucesivas mujeres.

Sin embargo, al cura, homo o hetero, cobarde para abordar al objeto de sus deseos e incapaz de reprimirlos, le es muy fácil acercarse a un menor para satisfacer su instinto. Además desde su posición dominante impone el silencio a la víctima y se cree a salvo de la posible denuncia. Esto explica que las acusaciones se produzcan cuando los menores llegan a la adultez, y, en muchos casos no se realicen nunca.

Ante esto, el Vaticano decide vigilar que en los seminarios no sean admitidos los homosexuales largando así el sambenito a los de esta opción sexual. Pero los curas pederastas no son mayoritariamente de esta tendencia, aunque dentro del estamento clerical el 10% de homosexuales que se da en la sociedad se dispara a porcentajes más elevados.

Los curas pederastas, por lo tanto, descontados los que lo sean de nacimiento que deben ser pocos como lo son en la sociedad, son muy mayoritariamente heterosexuales ya que a los homo les es fácil satisfacer sus deseos con personas mayores sin levantar sospechas.

Por todo esto, concluyo con Hans Küng que la abolición del celibato limitaría los riesgos de pedofilia, y añado que, al menos, se equivocan los que lo mantienen queriendo colgar el sambenito a los homosexuales.

sábado, 13 de marzo de 2010

Zapatero y el Deuteronomio

Zapatero y el Deuteronomio
Ángel Aguado Fajardo / Licenciado en Teología | Granda Hoy, 09.02.2010
DURANTE los días anteriores a la comparecencia de Zapatero en el Desayuno de Oración hemos oído ironías y gracietas sobre el papel de un no creyente de izquierdas en semejante lugar y con tan anormales compañías. En efecto, La Familia, grupo ultra religioso patrocinador del encuentro orante, no es la comparsa más indicada para que rece nuestro presidente.

Después del evento, tragado el sapo y conseguida la foto con Obama, todo han sido parabienes sobre la elección del texto: "No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierras dentro de tus ciudades. En su día le darás el jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre, y con él sustenta su vida". Este texto, es una especie de perla que, junto a otras como la siguiente, se encuentra en el Deuteronomio: "Cuando siegues tu mies en tu campo, y olvides alguna gavilla en el campo, no volverás para recogerla; será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda; para que te bendiga Jehová tu Dios en toda obra de tus manos."

Junto a estas preciosas frases hay otras terribles, salidas de la pluma del mismo autor y, para los creyentes, inspiradas por el mismo Dios. La siguientes son un botón de muestra, unas suenan a despiadado genocidio y otras incentivan la rapiña total: "Pero de las ciudades de estos pueblos que Jehová tu Dios te da por heredad, ninguna persona dejarás con vida, sino que los destruirás completamente: al heteo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, como Jehová tu Dios te ha mandado"

"Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies, cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre".

Dicen que Zapatero de modo algo velado tuvo la valentía de hablar a favor de los homosexuales. ¿Cómo habría reaccionado si algún ultra presente le hubiera recordado la frase siguiente extraída del mismo libro sagrado citado por él? "No haya ramera de entre las hijas de Israel, ni haya sodomita (homosexual) de entre los hijos de Israel".

No sé el valor que nuestro presidente da al texto que citó en su breve sermón. Pero en realidad estoy seguro de que lo utilizó como utilizan el texto llamado sagrado los que se dicen creyentes, desde el Papa hasta el último dirigente. Todos manipulan un texto y lo utilizan de modo mágico para probar su tesis. En nuestras iglesias, después de leer un texto en el que con lógica se apoyan los colonos sionistas para expulsar a los palestinos de la tierra que Jehová su Dios les entregó, el rebaño, (espero que nadie se moleste ante este término eminentemente bíblico) de modo mecánico, contesta "te alabamos Señor", al que proclama que lo leído es Palabra de Dios. En un funeral donde el celebrante repetía que el difunto gozaba de Dios alabándole, leyó el versículo de un salmo que dice: "no te alabarán los muertos, Señor, sino nosotros que vivimos".

La Biblia resulta por lo tanto el libro más manipulado de los escritos. Si Dios fuera el autor de ella estuvo poco fino al inspirarla y si se arrepintió de haber creado al hombre, cuando manda el diluvio, al ver la maldad de este, a fortiori habría debido arrepentirse de haberse revelado siendo autor de libros sagrados. De hecho, todas la religiones del Libro son fuentes de fanatismo, y los libros en que se apoyan, ocasión para que los jerarcas que los declararon inspirados y revelados manipulen y opriman a los fieles seguidores. En efecto, todas las religiones del Libro coinciden en admitir los conceptos de revelación o de inspiración. En todas ellas existe una jerarquía con el poder de discriminar auténticamente cuales son los libros inspirados, portadores de la revelación, y cual es la recta interpretación de ellos.

Las consecuencias de lo expresado en el párrafo están patentes: fanatismos, imposiciones, guerras de religión, individuos fanatizados que matan a otros fanatizados que se consideran mártires, jerarquías endiosadas, conciencias torturadas, ciudadanos de segunda o tercera, mujeres discriminadas y relegadas, inquisiciones y torturas, oposición al progreso, falta de libertades en todos los campos... En una palabra: la opresión más asfixiante ya que se ejerce desde dentro, sobre las conciencias y en nombre de Dios, y, cuando se pudo, ayudada por la represión más brutal.