miércoles, 3 de noviembre de 2010

ANTE LA VISITA A ESPAÑA DE BENEDICTO XVI

Dentro de pocos días, Benedicto XVI se presentará en varias ciudades de nuestro país y será recibido con todos los honores por las más altas instancias políticas e institucionales de un estado democrático como es el español.
Pensemos por un instante que cualquier dictador de los que son o han sido, Pinochet, por ejemplo, se hubiera atrevido a intentar pisar nuestro suelo para visitar a sus camaradas fascistas españoles. Con toda seguridad que las protestas habrían llovido y que nuestra autoridades no sólo no lo hubieran recibido sino que se habrían opuesto a semejante visita y, por descontado, no hubieran financiado ese evento.
Sin llegar a los excesos represivos del citado dictador, Benedicto XVI no deja de serlo y con la impunidad que otorga estar apoyado en la Ley Fundamental (Constitución) del Vaticano que sustituye a la de 1929 y entró en vigor en febrero de 2001, siendo el cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En ella se establece que "el Sumo Pontífice, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, posee la plenitud de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial", y que tiene "en exclusiva la facultad de conceder amnistías, indultos y perdones". Una persona que posee estas características merece con toda propiedad el apelativo de dictador. Si además pensamos en la situación de la mujer en la iglesia como un ciudadano de segunda a quien se le niega el acceso a la jerarquía y lo no firma de la Declaración de los Derechos Humanos por el Vaticano, concluiremos que el Papa debe ser declarado con toda propiedad como dictador.
Además de dictador, el papa puede ser calificado como anticristo o el anticristo. Esto no es una ocurrencia mía. En La Enciclopedia Católica se puede leer: “Una tercera opinión admitió que el Anticristo realmente aparecerá en una forma concreta, pero identificaron ésta forma concreta con el sistema de el Pontificado, Lutero, Calvino, Zwingli, Melanchton,…” Y más adelante: La teoría Anticristo-Pontifical fue gradualmente desarrollada por tres cuerpos históricos: los Albigenses, Los Waldenses y el Fraticelli, entre los siglos XI y XVI”. Han sido, pues, pensadores cristianos quienes han adornado al papa y al papado con semejante epíteto.
No hace falta ser teólogo ni historiador para calificar al Papa de anticristo. Cualquier persona que sepa leer y lea el evangelio, y a la vez tenga los ojos abiertos ante los medios que reflejan la vida y el quehacer del Papa, llegará a esa conclusión. Jesús nace, vive y muere pobre; el Papa vive y muere rico. Aquel va siempre rodeado de sencillos; este, normalmente, de poderosos. A Jesús lo apretuja el pueblo; al Papa lo rodean de policías para que el pueblo no se la acerque. Los discípulos de Jesús son gente sencilla para el pueblo sencillo (si exceptuamos a Pablo que echa a perder el invento y que no lo había conocido); los del Papa son sesudos teólogos cuyos lenguajes resultan arcanos para la gente. Jesús prohíbe la preeminencia, los perifollos y el ser llamado padre; el Papa gusta de vestiduras llamativas, de gorros exóticos , de puestos primeros y de ser llamado, no sólo padre, sino Santo Padre. Jesús “no tiene donde reclinar su cabeza; el Papa vive en palacios y jardines suntuosos.
La lista podría ser interminable, y su continuación la dejo a la imaginación del inteligente lector. La conclusión es clara: La figura de el Papa es la antítesis de la de Cristo, por ello con toda propiedad debe ser llamado anticristo. Además, tiene la osadía de llamarse su vicario o representante.
La jerarquía eclesiástica y el Papa han evolucionado hasta los antípodas del galileo que murió en la cruz abandonado de todos e incluso del Padre. La iglesia perseguida por el Imperio Romano se convirtió en perseguidora. Durante siglos fue martillo de herejes que morían en los más atroces tormentos como el de ser quemado vivo. Frecuentemente estas herejías consistían en criticar las riquezas de la jerarquía y en el deseo de vivir la más radical pobreza a ejemplo del Maestro. No sabemos si hoy se atrevería a usar estos métodos, pero si es cierto que los teólogos más lúcidos y actuales son condenados al silencio y se les prohíbe enseñar e incluso publicar sus escritos. Recordemos, como botón de muestra, a Leonardo Boff que cansado de ser represaliado terminó por abandonar.
En mi afán de llamar al pan, pan y al vino, vino, resumo lo dicho en que quien nos visita puede ser calificado, con toda propiedad, como dicatador y anticristo.

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