martes, 1 de junio de 2010

El ocaso de los líderes

Un largo ciclo de sequía democrática condujo a “la cima del Horeb” desde el que se oteaba “un paraíso” desconocido y frondoso, henchido de los frutos más suculentos y largamente esperados. Todos los habitantes de Hispania celebraron la oportunidad que ofrecía el momento: se limaron asperezas, se recortaron diferencias, se seleccionaron semillas, esquejes…claves con futuro.

Las ideas más valiosas se compilaron, como cimiento y abono, de la nueva sociedad que acogería sin fisuras ni resentimientos los valores que se habían cultivado por las mejores “familias” políticas. En ese apresurado “ordenamiento” de ideas y propósitos quedaría como un germen prometedor aquello otros que exigía tiempo y, tal vez, un clima especial para su desarrollo armónico.

Este clímax social de la transición se alcanzó sin aquellos enfrentamientos que, tantas veces, habían echado por tierra una convivencia en paz de las dos españas. Los augures se habían aliado, por una vez, en un mismo propósito: enterrar las armas de la discordia y apostar por una España en paz, confiando en su capacidad de trabajo y de dialogo.

Ha transcurrido algo más de una generación. Por fin. Para ser exactos treinta y dos años desde aquel mil novecientos setenta y ocho. Hoy, apenas nos reconocemos. Hoy en muchos rincones se escucha la urgencia de revisar algunos de “aquellos gérmenes” que han contraído, o así se percibe, una acromegalia tal que amenaza con engullirse al árbol hispano que los justifica y sustenta.

El periodo de bonanza y prosperidad obnubilo a todos, parecía la tierra de jauja. Los faraones de las finanzas engordaron y sus templos se multiplicaron. Los políticos se crecieron hasta el endiosamiento. El líder se convirtió, desde entonces, en ídolo de la nueva secta y ejerció de dadivoso. En los últimos tiempos su prodigalidad arrastró a cuatro millones de súbditos al escarnio de estar mano sobre mano.

La munificencia se transformó en trampa para el divo. En su olimpo creía que el cotarro se podía manejar sin ton ni son. Perdió la credibilidad antes de conducir a sus leales al “paraíso” prometido, quienes confiaban, a pie juntillas, en sus “promesas”, reiteradas una y otra vez. Ahora se encuentran mohínos y desconfiados.

Este nuevo panorama se nos presenta en un invierno económico desangelado y con unos cultivadores de la cosa pública que inspiran escasa confianza y carecen de habilidad para encontrar, entre todos, un diagnostico certero y unas medidas eficaces para remontar esta estación invernal severa, por otro lado, tan pródiga en desencuentros, cuya duración puede ir más allá de tres estaciones… sin descanso.

Los ominosos augurios y los estridentes chirridos han despertado todas las alarmas de dentro y de fuera. En este tsunami social se levantan inquietantes olas de inquietud hasta en el piélago remansado de la Constitución cuyos cancerberos parecen dormir en vigilia permanente, si se acepta la contradicción, por la modorra que implica ese letargo interminable.

A los curritos de a pie nos da la impresión de que estamos asistiendo a una Gran Batalla Ideológica en la que, probablemente, los adalides de cada bando queden noqueados por su falta de coraje, su visión miope del futuro y la apetencia mal disimulada de liderar este País.

Estamos en presencia del ocaso de los líderes al uso. El antagonismo irreductible les incapacita para encontrar formulas que alejen de Hispania el caos, que siempre está pronto para reclamar su antiguo dominio. En estas circunstancias de batalla política se alza la voz de los sin voz, verdaderos protagonistas que requieren su presencia para que se les escuche en las urnas y, allí y ahora, apostar con libertad por el mejor.

Y… más aún., y hoy se hace apremiante hasta el punto de que muchos lo piensan y no pocos lo denuncian, estamos ante la necesidad de un recambio en los líderes políticos, que debieran aparecer sin la aureola de semidioses.

Pero…mucho me temo y hasta me atrevo a jurar por la tan denostada democracia, que a los partidos políticos, prisioneros de su estructura orgánica, les va a faltar redaños para propiciar aquel recambio y… al resto, es decir, la mayoría silenciada será, una vez más, burlada.

¡Cómo preferiría equivocarme!


Granada 31 de mayo de 2010

Ben_Elfara

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