viernes, 11 de junio de 2010

FALSAS DECRETALES

Tomado de: De iglesias comunitarias a Iglesia Católica, ritualista y del poder
(Conferencia al MOCEOP, en Churriana, 29 mayo 2010)
José Rodríguez Molina



El heredero de Carlomagno, Luís el Piadoso, sin personalidad, y dotado de gran devoción religiosa, la Iglesia tuvo las manos libres para organizarse e imponer su organización y propia cultura al País. El clero se dividió en facciones y privaron al emperador Luís de sus derechos a favor de sus hijos, para lo que se inventaron Falsas Decretales.
Se llaman Falsas Decretales o Pseudos-Isidoro a una colección de decretos apócrifos, falsamente atribuidas a un tal Isidorus Mercator, durante mucho tiempo confundido con Isidoro de Sevilla. Redactados en los años 30 y 40 del siglo IX, las Falsas Decretales constituyen una de las más importantes fuentes del derecho canónico medieval.
El anónimo compilador se esconde bajo el nombre de un obispo ficticio “Isidorus Mercator”, tradicionalmente llamado “pseudo Isidoro”. Reúne lo mejor de colecciones precedentes (Hispana y también Dionysio-Hadriana y Quesneliana), pero también una centena de decretales totalmente inventadas. La colección es parte de un grupo compuesto hacia mediados del siglo IX en la provincia eclesiástica de Reims.
Consideradas como auténticas hasta el siglo XVII, la colección obtuvo una gran difusión desde el pontificado de Nicolás I (858-867). No fue sustituida hasta el siglo XII por el Decreto de Graciano.
La colección es parte de un conjunto de falsificaciones, todas salidas del mismo taller. Forman un conjunto de unas sesenta decretales, todas falsas, de los papas de los tres primeros siglos de la era cristiana, además de concilios griegos, africanos, galos y visigóticos, y una recopilación de decretales de los papas, entre Silvestre I y Gregorio II. En esta última parte se encuentran piezas perfectamente falsificadas e interpoladas, así como más de treinta cartas papales falsas.
El contexto en el que surgieron estuvo enmarcado en los años treinta del siglo IX: en 833 el emperador Luís el Piadoso fue privado de sus derechos imperiales por sus propios hijos, apoyados por parte del episcopado. En el ámbito de este episcopado y para salvar a los obispos implicados de su cese, cárcel o destierro, se hicieron muchas de las decretales. Éstas buscaban la defensa de la ortodoxia, la estrecha relación de los obispos con el papa, la inviolabilidad de los bienes eclesiásticos y algunos aspectos de la liturgia y de los sacramentos.
Se propagaron rápidamente por Francia, Italia y el Valle del Rin. Durante la Reforma Gregoriana del siglo XI tomaron auge y especial vigencia en la lucha contra la Simonía y continuaron desarrollándose hasta el Decreto de Graciano (hacia el 1140). El Decreto reemplazó a todas las colecciones anteriores; pero con el Gran Cisma de Occidente, en los siglos XIV y XV, las Falsas Decretales retomaron el interés de los canonistas.
Durante la Edad Media los especialistas tomaron las Falsas Decretales como textos perfectamente auténticos. Únicamente, en el siglo IX, el arzobispo Hincmar de Reims parece saber más de lo que juzgaba político admitir. La aceptación de las decretales cambió en el siglo XV. Determinados grupos buscaron argumentos en contra de la autenticidad de las falsas decretales. Pero fue entre los siglos XVII y XIX cuando la crítica les dio la puntilla.

1 comentario:

Unknown dijo...

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