lunes, 7 de junio de 2010

Los políticos y la pasta gansa

No soy de condición "plañidero", pero la cosa no está para reír a moco tendido, ni mucho menos para llorar con lágrimas de cocodrilo venturoso, tanto las penas propias como, y más aún, las ajenas.

Estar informados se me antoja que, a veces, es algo así como perder la guerra antes de empezarla. Por supuesto, depende en qué cosas. En referencia al coste de los políticos, las cifras que circulan por ahí sobre los arrimos de la casta son de alucine, facilitando a los “legítimos” ponerse el mundo por montera: sueldos de padre y muy señor mío; dietas de escándalo; desplazamientos de gorra, pero en primera; compadreos de suma y sigue; blindajes a prueba de rebajas para llegar, con buen pie, a la vejez que sueñan… “calavera”. Perdón por la socarronería.

Este pelaje ha conseguido hacer de la gestión pública una Torre de Babel en la que para entenderse el único lenguaje común es el de la pasta gansa- el pasteleo-. En román paladín: aquí, en estos aledaños del semicírculo, en las taifas autonómicas y en los demás feudos provincianos, o ganas pasta o estas incapacitado para ser inquilino de la TB (torre de babel, ahora alguna de ellas hasta con traducción simultánea) y que, por serlo, sólo ellos y familiares políticos o de la sangre… escarchada que les rula por las venas, pueden transitar por sus estratégicos lugares: cocinas de la pasta, comederos de pasta, tarta de pasta, amigos del alma con pasta…todo un diccionario exclusivo para “la pasta gansa”.

Poderoso es don dinero. Tanto… que las serpientes buscan compañía. Y se aparean. En esta coyunda viperina el “toma y daca” es el juego preferido de estos alarifes de fortunas que tienen padrinos detrás de cada ladrillo o parcela recalificada por interés social, claro. Hombres y mujeres de verbo fácil y faltriquera sin fondo.

Sin embargo, a la fauna que, con el sudor de su frente, proporciona la pitanza a esta legión de aforados, les podrá faltar hasta el resuello y, cuando llegue el momento, si llega, posiblemente más bien tarde que temprano, entonces, cobrarán calderilla como menestra jubilosa. Al tiempo.

Han aprendido bien la lección en ese magisterio de la parla duermevela: a quienes tienen pasta no le faltaran cirineos. Así, el noble ejercicio de la política se ha convertido en el camino real para medrar. Las cuentas de estos Cuentacuentos, y me da igual que sean del capullo rojo como de la gaviota azul, están bien saneadas y… para Rato. Lo escrito, escrito está, pero quise decir “rato”, con minúscula. Particularmente… me podría dar una higa. Pero no, porque todos, me incluyo, somos pacientes de esa pandemia para la que, ¡lástima!, aún no existe vacuna, sino tratamiento sintomático: monodosis con la regularidad cuatrienal marcada por el calendario electoral.

Resulta curioso, cuanto menos, que en los corrillos de tertulianos, tan repetidos ahora, como en otros tiempos lo fueron las pelis de indios, se escucha machaconamente que el oficio de político no está bien pagado. ¿Acaso en un reino, como España, todos los padres conscriptos y alcaides han de vivir como reyes…?. El rollete que nos cuentan para justificar sus talentosas aseveraciones se circunscribe a decir que han dejado el ciento y la madre en empresas boyantes y/o despachos de profesiones liberales deslumbrantes…eso, a estas alturas, ya no cuela y, en todo caso, sería una discreta excepción. El único mérito atribuible a los tales es su vocación aduladora y el sometimiento a las consignas partidistas, mérito “sine qua non” para encaramarse a las listas, no del INEM, sino del partido y, a partir de ahí… camastrones y al arrimo.

Y es que en nuestra España, en trance de desgarro permanente, el pueblo siempre está dispuesto a votar al más botarate y, si se tercia, a jalearlo. Y…las minorías parlamentarias se bastan así mismas para sacar pecho a las primeras de cambio. Cada vez resultan más coyunturales y prescindibles. Una pena.

Los “paganinis” para mantener este tinglado “tan castizo” son siempre los mismos. Y a lo único que estos podrán aspirar es a manejar, a tutiplén, eso sí, la pasta… pero de los dientes, que permite disponer de una sonrisa dentrífica o, tal vez, iniciar, sí o sí, una campaña que acabe con esos trileros de la pasta gansa... votando en blanco, para dar, si es posible, en el blanco contra la TB hasta que a se venga abajo y, como daño colateral necesario, si se admite la ficción, con todos los comensales dentro.


Granada 04 de junio de 2010


Bar_Elfara

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