miércoles, 21 de abril de 2010

Sobre el Corán

La solución no consiste en enmascarar la realidad del integrismo islámico, sino en aislarle, de acuerdo con la corriente de pensamiento musulmán liberal que recupera una interpretación racionalista y propone una lectura cronológica del Corán, donde el discurso de la violencia pasa del dogma a la historia. La apreciación no es de ayer. Hace siete siglos, el padre espiritual de la tradición integrista, el sirio Ibn Taymiyya, hizo notar que la yihad sólo aparecía después de trece años de predicación de Mahoma, cuando en su exilio de Medina decide convertirse en profeta armado contra sus adversarios de La Meca y contra los clanes judíos medinenses, éstos inicialmente aliados suyos a quienes incluyera en la umma, la comunidad a quien corresponde el doble poder, religioso y político. No hay, pues, incompatibilidad entre las citas de guerra y exterminio, de un lado, y las de paz y fraternidad con cristianos y judíos, de otro: simplemente éstas suelen corresponder a la fase mequí de predicación, ente 612 y 622, tantas veces anclada en fragmentos bíblicos y en el propósito de captar la doble tradición judaica y cristiana, fundiéndola en un monoteísmo radical. Como el núcleo teológico queda sentado en los textos mequíes, se hace posible sin riesgos el ensayo de diferenciación propuesto no hace mucho por el pensador musulmán sudanés Mohamed Mahmud Taha entre los dos Coranes: el discurso de la violencia remitiría a su contexto histórico, sin afectar al núcleo teológico previamente constituido, del que se desprende esa sólida base para la tolerancia tantas veces citada al hablar y escribir sobre el islam. Sin yihad abierta o satanización de Occidente, ni dominio a ultranza sobre la mujer. También aquí los versículos medinenses son más duros.

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